martes, enero 24, 2006

Recuerdo del futuro (Por Hernán Lopez Echague)

Recuerdos del futuro

Nueva Palmira, costa oeste del Uruguay, octubre del año 2015

Querido amigo:
No ha sido fácil encontrar papel para escribirte estas líneas: aquí todos le atribuyen propiedades maléficas, lo consideran un elemento nocivo, fruto de todos los males, razón por la cual, en insólitas ceremonias públicas, suelen quemar libros, diarios y revistas; cuadernos, anotadores, envoltorios y cuanto objeto de papel encuentren. Desde luego, el papel es apenas un símbolo de la plaga; una alegoría que, bien lo sabemos, no es de modo alguno el causante de la peste.
De las doscientas familias que todavía perduraban en el pueblo, sólo han quedado cincuenta. Las otras se han marchado hacia el centro y el Este del país; a Durazno, a Tacuarembó y a Rivera, a Cerro Largo, a Treinta y Tres y a Rocha, lejos de la costa del Río Uruguay. Un inopinado éxodo que ha provocado la división de decenas de matrimonios y el extravío de parientes y amigos.
A los pobladores que han resuelto permanecer junto a su casa y sus pertenencias, recelosos de saqueos y robos --porque los ha habido--, les cuesta trabajo comprender lo que les pasa. Todas sus costumbres han sido alteradas; imperan el malhumor y la irritación.
La rambla es la imagen más acabada de la desolación: los pilares del renovado muelle viejo han comenzado a hundirse en el suelo corrompido del río, de modo que ahora es una estructura agrietada, en declive, a poco de desmoronarse; los faroles, ¿recordás?, no son otra cosa que lámparas mortecinas. Ya nadie pasea por allí. El río continúa quieto y sin peces. Al diablo, hace ya tiempo, se han ido todos. Vieja del agua, surubí, dorado y boga; mandubí, bagre, armado, sábalo, mochuelo y patí. Hasta las “porteñitas”, esos peces menudos y sabrosos en la fritanga, cuya procedencia lugareño alguno conocía, decidieron procurar mejor suerte en otra parte. También los pescadores. El remanso de Punta Gorda es ahora una porción de yuyos mustios. Los efectos de la lluvia ácida pueden apreciarse en la fachada de las casas ribereñas: superficies negruzcas y descascaradas. Dejar las prendas de vestir a la intemperie, oreándose, es un despropósito.
El previsible ocaso del turismo arrastró consigo hoteles, restoranes, tiendas y un par de empresas de transporte de pasajeros.
Las carreteras que conducen a todas las ciudades de la costa oeste, desde Nueva Palmira a Paysandú, están hechas añicos. Ya no resistían el paso de una mísera cachila, imagináte, entonces, cómo las ha dejado el tránsito incesante de camiones repletos de troncos.
No hay aves, tan sólo las carroñeras prosiguen con sus vuelos circulares, ávidas, al acecho, prontas a precipitarse sobre los restos putrefactos del ganado que no soporta la peste y sucumbe de la noche a la mañana. Resulta imposible sorprenderse con una nutria, con una garza mora.
No hay verdes: del bosque que solía recorrer cuando arribé a esta magnífica costa, restan pálidos mojones, residuos de madera ajada y grisácea que semejan un páramo que ya nunca más habrá de recibir los favores del sol y del agua. En otras zonas, a causa del monocultivo de eucaliptos, los chacareros han quedado sin pozos y aljibes, sin bañados, razón por la cual no tienen agua para beber ni alimentar al poco ganado que les queda en pie. Las autoridades no dan abasto con el envío de camiones cisterna para suplir la ausencia de agua.
El sábado último murió el doctor Silva. La sucesión de síntomas fue idéntica a la que padecieron Baigorria y el menor de los Ibáñez: cefaleas, dolores abdominales, conjuntivitis, faringitis; obstrucción bronquial, nauseas y vómitos, crisis de pánico, trastornos de sueño. Finalmente, el cáncer. Los barbijos, de algodón, lana o plástico, no sirven de mucho; la lluvia ácida ignora y taladra todo revestimiento. Al menos mitigan un poco el hedor que continuamente nos acercan los vientos.
Como bien podrás figurarte, los reproches están a la orden del día. Algo, quizá, inconducente. Toda reconvención es tardía y perjudica sobremanera la tarea primordial: reunirse, solidarizarse, idear los modos más apropiados para terminar de cuajo con esta peste.
Durante la última reunión de la Comisión de Socorro, el viejo Benavídez cayó en otro ataque de ira: “¿Recuerdan cuando, diez años atrás, muchos de los que están aquí se reían de mis palabras? `No habrá la tal contaminación´, me decían, `las plantas de celulosa van a generar muchos empleos´; `además, Fray Bentos está lejos´. No quisieron escucharme cuando les dije que las dioxinas y furanos son muy tóxicos, muy activos aunque sea en dosis pequeñas; que no se degradan fácilmente; que pueden durar años en el ambiente; que se acumulan en los tejidos grasos de los organismos y aumenta su concentración a lo largo de las cadenas alimenticias; que pueden viajar grandes distancias arrastrados por los vientos o las corrientes del río, también por la migración a larga distancia de los organismos que los han acumulado, como peces y aves. También les dije que la carne y los productos lácteos iban a contaminarse. ¿Por qué? Porque el ganado consume forraje vegetal contaminado con esos compuestos y los acumula en los tejidos grasos y la leche. Pero no quisieron escucharme. Les pareció mejor darle atención al enviado del gobierno, a ese Danilo Antón...”

Supongo que te acordarás de Antón, ese geógrafo uruguayo que, en el 2005, el gobierno envió a Fray Bentos con el propósito de aplacar los ánimos y persuadir a los pobladores de los formidables beneficios que originaría la instalación de las plantas productoras de pasta celulosa. Todavía conservo un recorte periodístico de agosto de aquél año, diario La República. Decía Antón: “Siempre que hablamos de contaminación tenemos que tener en cuenta los volúmenes de los que se están hablando. No es lo mismo verter una cierta cantidad de contaminantes en un poquito de agua que en mucha. El río Uruguay es un cuerpo receptor enorme. Si tiran contaminantes sí, en ese lugar habrá contaminación, pero luego se diluyen muy rápidamente. Localmente tiene impacto, en el lugar que se tire tiene impacto, partiendo de la base que estemos hablando de algún contaminante”.
Bien, al hombre se lo ha tragado la tierra; me han dicho que buscó abrigo en Arabia Saudita, donde en épocas mejores supo enseñar Ecología Marina. Y lo bien que hizo, porque de lo contrario lo habrían colgado de la rama de un espinillo.
Anoche se ha cumplido un mes de la escandalosa partida de Botnia y Ence. Aunque eso de “partir” no es más que un candoroso eufemismo. Se han marchado los jerarcas y sus máquinas ponzoñosas, pero de obsequio nos han dejado un río estéril, una costa baldía, miles de hectáreas desoladas y cientos de desocupados. Y, claro, esa maldita lluvia, cáustica y persistente, que a veces da la impresión de haberse convertido en un castigo inexpugnable.
Te mando un gran abrazo.
Hernán
PD: por favor, no te olvides de aguardarme en la terminal del Chuy.
Recuerdos del futuro

Por Hernán López Echagüe
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Carta de Pontevedra

Conviviendo con la contaminación de la planta de celulosa en PontevedraEsta carta fue enviada al Grupo Guayubira por una ciudadana española que convive desde su niñez con los efectos producidos por una planta de celulosa de la empresa española ENCE, la misma que pretende instalarse en Fray Bentos. Esta empresa es la que ha destruido el ambiente en Pontevedra, lugar desde donde fue enviada esta carta el día 20 de octubre de 2003.El testimonio es muy valioso en sí mismo, porque describe cómo empeoraron las condiciones de vida en esta región de España, en pos de un "desarrollo" y una mejora en el empleo que no han sido tales.Hola amigos y amigas,Me llamo Maricarmen, vivo en las afueras de la ciudad de Pontevedra, a ocho Km del complejo ENCE, cuando sopla viento del Sur me llega el olor del mar, cuando viene del Norte, huele a "huevo podrido". Son los olores que me acompañaron toda la vida. Mi casa está en un rincón de la ría de Pontevedra, un paraíso en miniatura, empañado por el humo constante que sale de las tres chimeneas de Celulosas.Yo sé que el paisaje uruguayo también tiene sus pequeños paraísos, y alguien me ha dicho que van a instalaros Celulosas ahí: ¡No lo permitáis!, ¡luchad con todas vuestras fuerzas, con todas las armas que tengáis a mano!. No hagais pactos con el diablo.Los políticos os dirán que se crearán muchos puestos de trabajo y que hoy en día la ciencia ha avanzado mucho, que la contaminación es cosa del pasado. ¡No les creáis! ¡es mentira!... Contaminarán vuestras aguas, llenarán el aire con un olor a cloro que irritará los ojos y las gargantas de los niños, y el cáncer aumentará de forma alarmante.Cada puesto de trabajo lo pagaréis con cientos de afectados por enfermedades respiratorias. ¡Ah! Y no soñéis los uruguayos con tener un puesto de responsabilidad en esa empresa, ¡eso jamás!, porque ser un alto cargo supone tener acceso a todo tipo de información privilegiada sobre lo que se contamina realmente y sobre el daño que se causa; por lo tanto, los que desempeñen esos cargos serán gente extranjera. También tendrán que contratar a licenciados en Química, pero no habrá ningún químico uruguayo ocupando esos puestos, está prohibido, traerán a gente de afuera, personas que no sufran, que no estén implicadas con el entorno.Los únicos puestos de trabajo que habrá para los uruguayos, serán para los obreros que realizan el trabajo duro, los que tengan que cargar con el trabajo pesado y de más riesgo para su salud, los que estén en contacto con el peligro.Me gustaría escribiros una carta corta, clara, precisa, con datos científicos que os hicieran comprender, pero soy incapaz de hacerlo porque desde que nací he vivido este ambiente, por lo tanto, la información que puedo daros está compuesta de recuerdos, sensaciones, olores y dolores. Todo mezclado. Sobre todo los >recuerdos ... voy a contaros unos pocos: Tengo 44 años, cuando nací, Celulosas estaba recién instaurada. Recuerdo que mis padres hablaban de la resistencia de nuestras gentes a que unos arenales plagados de marisco y riqueza natural, fueran profanados por unos desalmados. La represión fue terrible, eran tiempos de dictadura, de policía montada cargando contra mujeres, ancianos y niños.Recuerdo cuando era chiquita y estaba en la playa con mi padre. Él metía su mano entre las piedras, y cuando la sacaba, tenía tres o cuatro nécoras o cangrejos enganchados a sus dedos, recogíamos mejillones y lapas pegados a las rocas y jugábamos con los innumerables caballitos de mar. Ahora soy madre y no puedo compartir esto con mis hijos, porque ya no hay cangrejos entre las piedras; los mejillones sólo crecen en las bateas y antes de comerlos deben pasar por la depuradora*; los caballitos de mar son una rareza y el agua está asquerosa.Recuerdo cuando tenía doce años, estudiaba en un colegio de monjas y tenía compañeras que vivían por los alrededores de celulosas. Cada día, entre risas me contaban anécdotas de su vida cotidiana: No podían dejar la ropa a secar en el jardín, porque cuando iban a recogerla, estaba llena de agujeros. Iban a protestar en las oficinas de celulosas y estos les pagaban el doble de lo que valía la ropa, a cambio de su silencio. Las persianas de sus casas, también se llenaban de agujeros, e incluso el aluminio de las ventanas se estropeaba. "No hay problema", decían, "celulosas paga todo".Pero poco a poco esas niñas se iban marchando, ya no venían al colegio, sus padres abandonaban la casa y se iban a otro lugar, lejos de aquí.Recuerdo que un día, una maestra nos llevó a visitar la fábrica, éramos treinta niñas, con nuestros uniformes de colegialas. El guía nos iba llevando por los lugares menos peligrosos y nos recitaba una y otra vez la misma frase, que la contaminación era inexistente y no había peligro alguno. Pero teníamos que ir por dónde él nos mandaba, sin desviarnos por los lugares prohibidos. De pronto una de las niñas empezó a llorar y a gritar. Era la hija de uno de los obreros que trabajaban allí; su padre estaba en el Hospital porque hacía unos días, tuvo que hacer un trabajo en uno de los lugares peligrosos y se había olvidado de ponerse el traje de amianto. Nosotras no sabíamos qué significaba eso, pero todas nos pusimos a llorar y la profesora, avergonzada, nos sacó de allí. Recuerdo hace unos quince años, mis hijos eran muy pequeños. Aquél día las noticias de la televisión fueron muy divertidas. Las cámaras se habían desplazado a los arenales próximos a celulosas porque allí se había producido un hecho muy curioso: Las mariscadoras que estaban trabajando desde la mañana temprano, hacían declaraciones, lloraban y reían. Unas contaban que habían visto una especie de OVNI, otras, que se les había aparecido algo sobrenatural. Todas tenían los pelos de punta y la carne de gallina. Unas vomitaban y otras tenían mareos y desmayos. Hablaban de una especie de nube que las envolvió de pronto y el cuerpo se les estremeció. Los expertos debatían ante las cámaras y decían que, sin duda se trataba de una sugestión colectiva y "ya se sabe, esta gente ignorante hace cosas así". Toda España se reía de las pobres mariscadoras que no sabían qué les estaba ocurriendo.Esa misma noche recibí una llamada desde Canadá, mi marido es marino mercante y se encontraba en las costas de Terra Nova. Estaba aterrorizado cuando habló conmigo. Y yo... ¡no me había enterado de nada!.El noticiario de aquél país contó la verdad: "Una fábrica de celulosas ubicada en las Rías Bajas gallegas, tuvo un escape de gas, y durante varias horas, toda la Península del Morrazo, al Sur de Galicia, vivió con terror la situación de peligro. Se temía por la vida de miles de personas en caso de que hubiera una explosión". Los noticiarios de España no sabían nada y se limitaron a hacernos reír con las bobadas de Ovnis y apariciones, para que no supiéramos la verdad.Y así, día a día, con cuentagotas, se suceden los pequeños desastres, recuerdos que vamos contando a quién quiere escuchar. Uno no tiene sensación de peligro, la vida cotidiana transcurre normalmente y la vida se disfruta; pero cuando miras esas chimeneas recuerdas el dolor. Cuando miras el humo, sientes la sombra de la muerte, que te aguarda sin hacer ruido.Bueno amigos, esto es todo lo que yo puedo contaros, no sé si he sido capaz de transmitiros todo lo que siento, no sé si habéis comprendido, no sé si mi carta os dará fuerzas para luchar y sabiduría para resistir. ¡Animo!. Desde aquí mi apoyo incondicional y un gran abrazo para todos.
Vuestra amigaMaría del Carmen Santos Piñeiro

lunes, enero 23, 2006

Sarthou: Hubo una falla en cancillería al no consultar a Argentina


Sarthou: hubo una falla de cancillería en no consultar a Argentina
El dirigente de la Corriente de Izquierda y ex senador Helio Sarthou en una entrevista con Radio Sarandí afirmó que en primer término "hay algunos aspectos que no están evidenciados en el alcance que debe de tener" en la instalación de las plantas de celulosa en el departamento de Fray Bentos.
Explicó que se trata de un "río que es propiedad de ambos países. Nosotros hemos hecho obras binacionales pero la propiedad del río pertenece a ambos países y aquí hubo una falla de cancillería e inclusive del Ministerio de Vivienda al encarar la decisión de esta obra ribereña como si fuera un elemento autónomo, que se puede encarar de forma exclusiva. Tendría que haber sido conversada y negociada".
"Ahora cuando hay protestas del otro lado, se justifica porque no fue consentido por ambos países, que es el método normal establecido para el Río Uruguay", sentenció.
Sarthou afirmó que "la protesta es el resultado de una ausencia de diálogo y nadie lo quiere reconocer. Lo tendría que reconocer el canciller uruguayo y el ministro de Medio Ambiente". Agregó que "la obra se siguió sin existir acuerdo", explicó que debería haberse detenido porque era elemental para el buen relacionamiento.
"Hay dos papeleras en Finlandia que cumplen con las exigencias para que no haya daño en la salud de los trabajadores", añadió.
Acá lo que hay es el drama de la falta de trabajo y la desesperación hace que se tenga que poner en peligro la salud, señaló y agregó que "he visto personas con el caballete de la nariz destruido por el efecto de la química".
Se debería haber consultado a los técnicos de la Facultad de la República, sino para qué los tenemos, concluyó el dirigente.
Fuente: Diario El País (Uruguay 23/1/06

sábado, enero 14, 2006

ASESINOS DEL RIO (Escribe Sadi Vilaboa)

ASESINOS DEL RÍO

¿Cuánto vale el río Uruguay? ¿Cuál es el precio de la vida de quienes habitan a su alrededor? Todo parece indicar, que alguien habría vendido ambas cosas, en unos 200 millones de dólares. O al menos, esa es la cifra que las empresas papeleras ENCE y BOTNIA prometieron invertir en la localidad oriental de Fray Bentos, luego de imponerle al Uruguay, grandes indemnizaciones a su favor, en caso de pérdidas por manifestaciones.
Es decir, estas corporaciones saben de antemano a quien van a afectar, y cuales son sus posibles reacciones. No conformándose con esas garantías, obtendrán otros beneficios como: la extracción gratuita de grandes cantidades de agua, para devolverlas más tarde, con una elevada carga de sustancias nocivas.
También gozarán de ventajas impositivas, ya que las papeleras se instalarán en una zona franca, y en consecuencia, importarán equipamientos por 880 millones de dólares, sin aportar un sólo centavo a las arcas orientales. En conclusión, el excelente negocio para las empresas, se hará en perjuicio del pueblo. Quien deberá soportar la contaminación atmosférica y acuática, resultante del uso de dióxido de sulfuro, por parte de las papeleras. Como si esto fuera poco, los lugareños no podrán continuar con sus actividades habituales, debido a que les será imposible desarrollar el turismo y la pesca, sobre aguas contaminadas. En este contexto, ¿A qué intereses representa y defiende el presidente del Uruguay, Tabaré Vázquez? La respuesta se encuentra en sus discursos y actitudes. ¡Más claro, échele agua! pero de otro río.
Vilaboa, Sadi
Estudiante de Periodismo de la Universidad Nacional De La Plata

CONTAMINAR TIENE SU PRECIO


Desde septiembre del 2003, los habitantes de la ciudad de Gualeguaychú han realizado, marchas, piquetes, y todos los mecanismos de protestas imaginados, contra 2 empresas papeleras que se instalan frente a sus costas.

Estas movilizaciones no son motivadas por el PATOTERÍSMO de los manifestantes, como exclamó un PATRIOTERO oriental, sino por los antecedentes y los métodos de producción contaminantes, que suelen utilizar estás plantas de celulosa.

Sin embargo, esos cuestionamientos no son suficientes para el presidente de Uruguay y Argentina; quienes anteponen los intereses económicos, sobre el peligro que representan las papeleras.

Este extraño orden de prioridades, deja en evidencia que el progresismo sudamericano, es sólo discursivo.
Todo se compra y se vende como antes ¡ Pero cuidado señores! , los costos de las transacciones les pueden resultar más caro de lo esperado. Sobre todo, cuando las palabras ya no sirven ni convencen.

sábado, enero 07, 2006

Advertencia de Greenpeace

El director político de Greenpeace para Argentina, Paraguay y Uruguay, Julio Villalonga, propuso a las autoridades uruguayas que acepten la instalación de las papeleras sólo si están dotadas de tecnología libre de sustancias contaminantes. Además, planteó que se suspendan los preparativos para el emplazamiento de las plantas de celulosa hasta que esté realizado los estudios de impactos ambientales independientes, transfronterizos y sumatorios.
"Las plantas que van a instalar son contaminantes aquí y en cualquier lugar del mundo", afirmó categóricamente Villalonga. Además del carácter contaminante de las plantas, Greenpeace señala el tamaño gigantesco del emprendimiento, que es cinco veces más grande que una planta media, puesto que se proyecta procesar un millón y medio de toneladas diarias de papel.
Villalonga destacó como ejemplo el hecho de que Argentina cuenta con diez plantas de celulosa pero que éstas, sumadas, no llegan a la mitad de lo que va a significar el polo de Botnia y Ence.
Estas plantas van a utilizar un compuesto de cloro para el proceso de blanqueo que, al entrar en contacto con sustancias de la madera, forma compuestos organoclorados, que no son degradables, por lo que se van a manifestar en efluentes líquidos y gaseosos altamente contaminantes, tal como se ha visto en Chile, en Alto Paraná, así como en Europa, Estados Unidos y Canadá, afirmó